Trazó una línea dibujada en otras vidas, herencia de lo que somos. Marcas invisibles, figuras que se repiten, cada decisión es una flor nacida en su propio instante. El origami, como la memoria humana, guarda en sus pliegues secretos que no se ven a simple vista. Cada doblez es una fisura contenida, una marca sutil que transforma la hoja en un espejo de nuestras propias huellas. Un recuerdo que no se borra, el papel tiene memoria, al ser plegado, retiene cada trazo, cada presión, cada herida leve que le imprimen nuestras manos. En sus dobleces queda el rastro de la reminiscencia: un trauma que no se ve, pero que se siente en cada curva, en cada vértice. Un fragmento de vida atrapado en una forma hermosa y fugaz, una flor que se abre por un instante antes de cerrarse, como la evocación que emerge de repente y desaparece en la bruma de la mente. Ejercicio #10 / Seminario Prosa Poética
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Noviembre 2024
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